La gente cree lo que se le antoja creer. No importan las verdades absolutas cuando se trata de fe. No se puede mezclar el mundo subjetivo de las creencias e imágenes perceptuales con el mundo objetivo de lo real, palpable y certero.

No traten de decirle a la señora Juanita, que fue a Tomé a ver la imagen del padre Alberto Hurtado, que lo que está viendo no es una imagen divina. No sacarán nada. Ella quiere creer, y si por fin la convencen que no es el Padre Hurtado, sino que un viejo mural que con el paso de los tiempos se está trasluciendo, se autoconvencerá que se está trasluciendo por gracia divina y no por descomposición por oxidación.

En fin, cada cual cree lo que quiere y crea su mundo al rededor de su percepcion de él.